El volumen anual de las transacciones financieras representaba en 2011 unas 70 veces el PIB mundial1, principalmente debido al alza en la contratación de productos derivados. La reducción de los costes de transacción ha sido un factor determinante, estimulando la operativa a corto plazo. La implantación de un impuesto sobre las operaciones financieras ha sido pues un asunto ampliamente debatido, en especial a raíz de las ayudas mediante fondos públicos destinados al sector financiero en la pasada crisis global (2008-2013).
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