Resumen
1. Introducción
2. La inversión de impacto como estrategia de inversión sostenible
3. De la alineación a la generación del impacto en la inversión sostenible
4. Incorporación del Impacto a los Marcos Regulatorios de Finanzas Sostenibles
5. Las preferencias del consumidor ante MiFID Verde
6. Oportunidades de inversión alineada con el impacto y generadora de impacto para el inversor particular
7. Conclusiones
Bibliografía
Sobre el autor
Resumen
El artículo examina la posición del inversor particular ante la oferta de estrategias de inversión sostenible, en especial, en la expansión y presentación de productos de inversión de impacto ante el público minorista, impulsados por MiFID verde y el creciente acceso a mercados privados.
Texto de reclamo mediático
En un mundo donde las cuestiones de sostenibilidad como el cambio climático o los derechos humanos se encuentran en el centro del debate, el inversor particular tiene más posibilidades que nunca para generar un impacto real a través de sus decisiones de consumo de productos financieros.
A consecuencia de la implementación de regulaciones como MiFID verde y SFDR, y el acceso a nuevos productos en los mercados privados, cada vez más personas tienen la oportunidad de dirigir sus ahorros hacia inversiones que generan un impacto social y/o ambiental positivo, a la vez que generan un retorno económico competitivo.
En un entorno financiero en rápida evolución, los inversores particulares están llamados a ganar protagonismo en ayudar a alcanzar el máximo potencial del poder transformador de gestión de activos en la economía real. Este artículo analiza las nuevas dinámicas del mercado y las oportunidades que surgen para quienes buscan formar parte de ese cambio.
1. Introducción
En las últimas décadas, el concepto de inversión sostenible ha ganado una relevancia sin precedentes en los mercados financieros globales. Este enfoque, que inicialmente se centraba en la alineación de las carteras de inversión con criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG), ha evolucionado hacia una perspectiva más ambiciosa: la generación de un impacto positivo y medible en la sociedad y el medio ambiente (PRI, 2023). Este cambio de paradigma ha sido impulsado por una creciente conciencia sobre el papel que los inversores pueden desempeñar en la promoción de un desarrollo sostenible y en la solución de algunos de los desafíos más urgentes que enfrenta la humanidad, como el cambio climático, la desigualdad social y la degradación ambiental (Mawdsley, 2018)
El cambio de percepción sobre el papel del inversor sostenible se ha visto representado en la regulación de los mercados de capitales y ha transformado la forma en que se abordan las inversiones sostenibles. Tradicionalmente, la inversión ASG se limitaba a una selección o screening negativo de los activos, excluyendo aquellas industrias o compañías que no cumplían con ciertos criterios o que se veían expuestas a determinadas controversias (González & Izquierdo, 2021). Sin embargo, en la actualidad, los inversores están adoptando estrategias más proactivas y sofisticadas, que no solo buscan evitar el daño, sino que se enfocan crecientemente en generar impactos ASG positivos. Estos enfoques, involucran a los inversores en el diálogo con las empresas en las que invierten, promoviendo prácticas empresariales responsables y sostenibles (de la Cuesta González & Pardo, 2018). A medida que estas estrategias se han vuelto más comunes, se ha observado una tendencia hacia la incorporación de metas de impacto dentro de las estrategias de inversión, con el objetivo de medir y maximizar el beneficio social y ambiental generado por las inversiones (Otero Cruz, 2023).
En este contexto, las manifestaciones de la inversión de impacto se han diversificado, abarcando una amplia gama de clases de activos y tipos de mercados. Desde inversiones en bonos verdes en mercados primarios, que financian proyectos específicos con beneficios ambientales medibles y preacordados, hasta inversiones en fondos de capital privado que buscan generar un impacto social positivo, el espectro de oportunidades para los inversores ha crecido significativamente. Estas inversiones se caracterizan no solo por su potencial de retorno financiero, sino también por su capacidad para abordar problemas específicos, como la pobreza, la educación, la salud o la sostenibilidad ambiental (Chiappini et al., 2023). La variedad de clases de activos y mercados en los que la inversión de impacto está presente refleja la creciente demanda de productos financieros que permitan a los inversores alinear sus objetivos financieros con sus preferencias individuales de sostenibilidad.
La integración de la inversión sostenible en los marcos regulatorios de finanzas sostenibles ha sido un factor clave en la expansión de la estrategia de inversión de impacto (Panagopoulos & Tzionas, 2023). En la Unión Europea (UE) y el Reino Unido, en particular, se han implementado normativas que buscan estandarizar y promover la inversión sostenible. La taxonomía de la UE, la Directiva de Informes de Sostenibilidad Corporativa (CSRD, por sus siglas en inglés), el Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles (SFDR, por sus siglas en inglés) y el régimen de divulgación de sostenibilidad del Reino Unido (SDR, por sus siglas en inglés) son ejemplos de regulaciones que han establecido un marco favorable para el desarrollo de la inversión sostenible, en general, y para la inversión de impacto, en particular. Estas normativas no solo proporcionan una guía para la identificación y medición de las inversiones sostenibles, sino que también buscan aumentar la transparencia y la confianza en los productos de inversión sostenible, facilitando así la participación de un mayor número de inversores en esta clase de activos (Comisión Europea, 2018).
Por último, es relevante destacar la creciente visibilidad y accesibilidad de los productos de inversión sostenible y con características de impacto para los inversores minoristas. La implementación de MiFID verde, junto con el aumento de la demanda por parte de los consumidores, ha permitido que los productos de inversión de impacto, en el pasado presentes únicamente en el día a día de los inversores institucionales, estén ahora al alcance de un público más amplio (Colaert, 2024). Los cambios de límite en los volúmenes mínimos de inversión para el acceso a productos de mercados privados (tanto private equity como capital riesgo), en teoría permite la participación de más inversores minoristas en inversiones que tienen el potencial de generar retornos financieros atractivos, al mismo tiempo que contribuyen a la creación de un impacto social y ambiental positivo (Spiess-Knafl & Scheck, 2023). Estas circunstancias permiten recabar y reaccionar a los cambios en las preferencias de los consumidores, que cada vez más valoran la sostenibilidad y buscan que sus inversiones reflejen sus posiciones al respecto, capturando oportunidades de retornos alineadas con los desarrollos corporativos ASG.
En conclusión, la inversión sostenible ha experimentado una transformación significativa, pasando de la simple alineación con criterios ASG a la generación activa de impacto. Este cambio ha sido impulsado por una mayor conciencia del papel que los inversores pueden desempeñar en la promoción de un desarrollo sostenible, así como por la evolución de los marcos regulatorios y el acceso creciente de los inversores minoristas a productos de inversión de impacto. Este artículo explorará en detalle estos desarrollos, analizando las oportunidades y desafíos que presenta la inversión de impacto en el contexto actual frente al inversor minorista y la manera en que se le presentan dichas oportunidades.
El presente texto comienza con una introducción que contextualiza la importancia de la sostenibilidad en la regulación financiera. Luego, se analiza detalladamente cómo se incorporan los principios y dimensiones de la inversión de impacto en diversas normativas clave, como la Taxonomía de la UE, el reglamento SFDR, el marco de etiquetas SDR de Reino Unido, y la Directiva CSRD. Cada sección examina cómo estas regulaciones establecen estándares, promueven la transparencia y facilitan la medición del impacto positivo y evidencias de la presencia de dimensiones del impacto en las inversiones. Finalmente, el artículo concluye con una exploración de la Directiva MiFID II y su enfoque en las preferencias del consumidor, destacando el potencial y los desafíos para alinear la oferta de productos financieros con las expectativas de impacto de los inversores.
2. La inversión de impacto como estrategia de inversión sostenible
Existe cada vez más sensibilización sobre el poder del capital para generar cambios en la economía real (Díaz et al., 2024). La incidencia de factores sociales, culturales y medioambientales en la toma de decisiones ya sea en la vida diaria del consumidor o en la inversión a nivel institucional, está dando lugar a nuevas formas de gestión de capital que van más allá de buscar la máxima rentabilidad económica de forma lineal (Valencia García, 2021; Gutiérrez Morales & Yazo Escobar, 2024; Ferradanes Vázquez, 2021).
En las últimas décadas, la inversión sostenible ha pasado de representar un enfoque marginal a convertirse en un componente esencial de las estrategias de inversión a nivel global. Este cambio no solo refleja una creciente conciencia sobre los riesgos ambientales, sociales y de gobernanza (ASG), sino también un reconocimiento de que los inversores tienen un papel crucial en la promoción de un cambio positivo en la economía real. De acuerdo con el artículo “Methodology for Eurosif Market Studies on Sustainability-related Investments” de Eurosif publicado en 2024, uno de los principales impulsores de este cambio ha sido la evolución en la percepción del rol que deben desempeñar los inversores sostenibles en los mercados de capitales. Este papel ha transitado de una simple alineación con principios éticos hacia estrategias más sofisticadas que culminan en la generación de impacto tangible.
Tradicionalmente, la inversión sostenible se ha asociado con estrategias de exclusión o filtrado negativo, donde los inversores evitaban empresas o sectores específicos considerados perjudiciales, como la industria del tabaco o la energía fósil. Si bien estas estrategias fueron pioneras en integrar consideraciones éticas en la inversión, su impacto en el cambio sistémico era limitado. La evolución hacia estrategias más sofisticadas, como la propiedad activa (active ownership), refleja un cambio significativo en la mentalidad de los inversores (Spainsif, 2023). En lugar de simplemente evitar riesgos, los inversores ahora buscan activamente influir en el comportamiento corporativo a través del voto en las juntas de accionistas y el compromiso directo con las empresas.
El enfoque de propiedad activa permite a los inversores utilizar su poder de voto para presionar a las empresas a mejorar sus prácticas ASG, promoviendo la sostenibilidad y la responsabilidad corporativa. Este cambio es especialmente relevante en un contexto donde los riesgos climáticos, sociales y de gobernanza se han vuelto críticos para la sostenibilidad a largo plazo de las empresas y, por ende, de los portafolios de inversión.
El siguiente paso en la evolución de la inversión sostenible es la transición hacia estrategias de inversión de impacto, donde el objetivo principal no es solo la rentabilidad financiera, sino también la generación de contribuciones sociales y ambientales medibles. La inversión de impacto representa la culminación de una serie de tendencias que han redefinido el papel del inversor en los mercados de capitales. La inversión de impacto va más allá de la propiedad activa al buscar intencionalmente generar un impacto positivo en la sociedad y el medio ambiente (Eurosif, 2024). A diferencia de otras formas de inversión sostenible, se caracteriza por la intención clara de generar impacto (la intencionalidad como la voluntad explícita del inversor de generar impacto positivo), la medición de ese impacto y la transparencia en la rendición de cuentas (GIIN, 2022). Igualmente, presenta algunas dimensiones de consenso desigual entre las participantes de mercados financieros, como son la “adicionalidad” como la contribución extra que aporta la inversión a un cambio positivo que no habría ocurrido sin ella, y la “atribución” como la capacidad de vincular directamente los resultados con la inversión realizada. Este enfoque responde a la creciente demanda de los inversores por soluciones que no solo mitigan riesgos, sino que también generan cambios positivos.
Como estrategia de inversión sostenible, la inversión de impacto presenta peculiaridades en las diversas clases de activos que aglutina esta estrategia, los mercados en los que se encuentra presente, y los sectores y temáticas más habituales en los que se manifiesta (GIIN, 2023).
Los inversores de impacto presentan una inclinación específica a mercados y clases de activos concretos. Entre ellos, se da de forma relevante el apoyo al emprendimiento y organizaciones innovadoras, involucradas en el desarrollo de soluciones creativas para abordar los desafíos sociales y ambientales (Spainsif, 2023). El apoyo financiero y el acceso a recursos son fundamentales para impulsar estas iniciativas y lograr un mayor impacto positivo.
Las clases de activos dentro de la inversión de impacto abarcan una amplia gama, cada una con características y objetivos particulares. El capital privado o private equity y, de forma concreta, el capital riesgo, es una de las principales clases de activos, e involucra la adquisición de participaciones en empresas privadas con el propósito de mejorar su desempeño y generar un impacto positivo. Los inversores proporcionan capital a empresas en etapas iniciales o en expansión que tienen un fuerte potencial para contribuir al bienestar social o ambiental. Ejemplos de esto incluyen inversiones en empresas sociales, startups tecnológicas enfocadas en soluciones sostenibles, y compañías que promueven la inclusión social. Es habitual en estos mercados encontrar mecanismos de estructuración financiera como la financiación combinada para inversiones en mercados subdesarrollados o emergentes y los fondos de fondos de impacto (Schlütter et al., 2023).
Otra clase significativa es la emisión de deuda con características de impacto, que se refiere a la inversión en préstamos o bonos emitidos para financiar proyectos o empresas con objetivos claros de impacto. En estos casos, los inversores no solo buscan recibir pagos de intereses y el reembolso del principal, sino que también apoyan iniciativas que buscan generar contribuciones sociales o ambientales. Los bonos verdes y sociales son ejemplos predominantes en esta categoría (De Angelis et al., 2023).
Los fondos de impacto en mercados cotizados agrupan el capital de múltiples propietarios de activos y gestores para financiar una cartera diversificada de proyectos o empresas con objetivos de impacto. Estos fondos son uno de los mecanismos de democratización del acceso a los productos de impacto más habituales, y un tipo de producto más predominante en el resto de las estrategias de inversión sostenible, dado que presenta retos para diferenciar la atribución del impacto al inversor y/o la empresa (GIIN, 2023). En los fondos cotizados de impacto, la selección de activos se basa habitualmente en la información de sostenibilidad corporativa de divulgación obligatoria para grandes empresas, como la reducción de emisiones de carbono o la implementación de políticas de igualdad de género, y la dilución de la propiedad genera una gran democratización a la vez que dificulta la influencia directa de pequeños inversores (pequeñas participaciones) en las compañías. Los fondos alineados con el impacto en mercados líquidos seleccionan empresas que ya cumplen o cuentan con planes de transición para cumplir con objetivos ambientales y sociales, si bien pueden ir más allá aplicando estrategias de engagement o voto sobre cuestiones ASG concretas con las empresas, y aportando capital adicional vinculado a dicho ejercicio de la propiedad activa.
En cuanto a los mercados en los que está presente la inversión de impacto, se observa una presencia significativa tanto en mercados desarrollados como en mercados emergentes. En los mercados desarrollados, la inversión de impacto se manifiesta principalmente a través de fondos especializados, inversiones en capital privado y deuda de impacto. Estos mercados suelen contar con una infraestructura desarrollada para medir y reportar impactos, y ofrecen una amplia gama de oportunidades en distintos sectores (GIIN, 2022).
Por otro lado, en los mercados emergentes, la inversión de impacto desempeña un papel fundamental en el desarrollo económico y social. En estos mercados, las inversiones se concentran en mejorar el acceso a servicios básicos, como educación y atención médica, y en apoyar el crecimiento de pequeñas y medianas empresas con un fuerte potencial de impacto social (GIIN, 2022). A pesar de presentar mayores riesgos, estos mercados ofrecen oportunidades significativas para generar cambios positivos en comunidades o retos considerados como vulnerables o desatendidos.
En términos de sectores y temáticas, la inversión de impacto se enfoca en áreas clave que abordan desafíos globales y locales. Las inversiones de impacto suelen estar alineadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, abordando desafíos globales como la pobreza, la desigualdad y el cambio climático (Gompers, 2022; Smales, 2021; Talwar et al.2021). De acuerdo con los informes de seguimiento anual de la inversión sostenible en el mundo desarrollados por GIIN, distintas dimensiones y sectores de sostenibilidad concentran las principales inversiones de impacto en el mundo, como se desarrolla en los siguientes párrafos.
El sector de energía y medio ambiente incluye inversiones en energías renovables, eficiencia energética, gestión de residuos y conservación de recursos naturales. Estas inversiones buscan mitigar el cambio climático y promover la sostenibilidad ambiental mediante tecnologías limpias y prácticas responsables.
El sector de salud y bienestar se dedica a mejorar el acceso a la atención médica, promover la salud pública y abordar problemas de salud global. Las inversiones financian clínicas en áreas desfavorecidas, investigaciones sobre enfermedades desatendidas y programas de salud mental.
La educación es otra área relevante, con inversiones que buscan mejorar el acceso a una educación de calidad y apoyar programas que aumenten las oportunidades de aprendizaje para comunidades marginadas. Esto incluye la construcción de escuelas, el desarrollo de tecnologías educativas y la formación de habilidades para el empleo.
En el ámbito de vivienda y desarrollo urbano, las inversiones se centran en proporcionar vivienda asequible y mejorar las condiciones de vida en comunidades urbanas y rurales. Los proyectos pueden abarcar desde la rehabilitación de viviendas hasta el desarrollo de comunidades sostenibles y la promoción de la equidad en el acceso a viviendas.
Finalmente, el sector de inclusión social y economía de impacto abarca inversiones que promueven la inclusión social, la igualdad de género y el empoderamiento económico de comunidades desfavorecidas. Esto puede incluir el apoyo a emprendedores sociales, la creación de empleos inclusivos y el fortalecimiento de redes de seguridad social.
En cuanto al tipo de inversor, la inversión de impacto no solo se limita a grandes instituciones financieras o inversores de alto patrimonio. Existen también oportunidades para inversores minoristas que desean alinear sus valores personales con sus decisiones de inversión. (Parveen et al., 2020; Sharma & Kumar, 2020)
3. De la alineación a la generación del impacto en la inversión sostenible
El cambio hacia estrategias de inversión de impacto está respaldado por datos que muestran un aumento significativo en el interés y la asignación de capital hacia este tipo de inversiones. De acuerdo con los resultados de los estudios de evolución de mercado de la inversión sostenible de Spainsif, el mercado de activos gestionados con estrategias de inversión sostenible en España ha crecido exponencialmente, con un aumento en los activos gestionados bajo estrategias de propiedad activa e impacto que se han multiplicado en los últimos años (Spainsif, 2023).
El recorrido desde la alineación de la exclusión ética hasta la generación activa de impacto representa un cambio paradigmático en la inversión sostenible. Los inversores han pasado de ser observadores a convertirse en actores clave en la construcción de un futuro más sostenible y equitativo (PRI, 2023). Este cambio no solo responde a una demanda social, sino que se alinea con una visión moderna del riesgo y el retorno en la inversión. Estudios recientes indican que las empresas con mejores calificaciones ASG tienden a tener un rendimiento superior en términos de resiliencia a largo plazo y creación de valor, lo que refuerza la idea de que la integración de criterios sostenibles en la inversión es una estrategia sólida desde el punto de vista financiero (GGIN, 2021; Matuszewska-Pierzynka2021; Lu, 2021; Kumar et al.2022; Zhang and Ouyang2021; Robles-Elorza et al.2023; Mardini, 2022; Javed et al.2020; Bătae et al., 2021; Nirino et al., 2020).
La metodología de monitorización que utilizan los Foros de Inversión Sostenibles o SIFs por sus siglas en inglés (Sustainable Investment Forums) para evaluar el progreso de los mercados de la inversión sostenible en Europa y buena parte de los mercados que cuentan con mercados de capitales está en proceso de renovación (Eurosif, 2023). Debido al aumento de la demanda por parte de inversores de mayor transparencia, ambición y rendición de cuentas en las inversiones sostenibles, y en línea con el renovado foco de la regulación de finanzas sostenibles, más centrada en los resultados de la inversión en los objetivos de sostenibilidad que en los procesos de inversión sostenible (estrategias ISR), Eurosif plantea una clasificación renovada de inversión sostenible que da cabida a ambos enfoques: el de ambición y el de procesos.
Como parte de ese proceso, trata de encapsular el grado de ambición de las inversiones respecto a sus contribuciones a los objetivos de sostenibilidad y a la transición. Con ese ánimo, desdobla la inversión de impacto en dos subcategorías: la de las inversiones alineadas con el impacto e inversiones generadoras de impacto (Busch et al., 2023). El desdoble de la presencia de procesos de la inversión de impacto en esas dos capas de ambición facilita el acceso del inversor minorista a este tipo de productos, dado que ofrece alternativas de impacto en mercados líquidos más cercanos a la oferta habitual a inversores minoristas en la red de distribución de productos financieros.

Figura 1. Nueva clasificación de mercado Eurosif
El objetivo de las inversiones alineadas con el impacto es abordar los desafíos ambientales y sociales y alinearse con objetivos internacionalmente aceptados, como los ODS. Para lograr esto, se enfocan en las empresas que ya han generado un impacto positivo. Esto incluye, por ejemplo, inversiones que seleccionan empresas cuyas reducciones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) ya están alineadas con el Acuerdo de París, sin que haya una contribución adicional por parte del inversor. En consecuencia, las inversiones alineadas con el impacto se consideran de nivel intermedio de ambición para apoyar activamente una transición hacia una economía más sostenible.
La medición del desempeño de las inversiones alineadas con el impacto captura los impactos generados por las empresas («impacto de la empresa»), proporcionando la información necesaria para seleccionar empresas con impactos positivos. Estos impactos deben referirse a objetivos ecológicos o sociales basados en la ciencia o en marcos de sostenibilidad aceptados, como los ODS, los límites planetarios o los derechos humanos.
Las inversiones alineadas con el impacto documentan el objetivo de la inversión y proporcionan una descripción detallada de los enfoques previos a la asignación de los activos. También proporcionan informes formales y regulares sobre sus estrategias post-inversión, incluyendo tanto el compromiso o engagement como el voto. Igualmente, requieren de una verificación externa de sus datos de impacto y su enfoque de inversión.
Las inversiones generadoras de impacto, por su lado, contribuyen activamente a soluciones para desafíos sociales y/o ambientales del mundo real. En consecuencia, se consideran de alta ambición de apoyar la transición hacia una economía más sostenible. Uno de los mecanismos de los inversores para generar impactos en mercados cotizados es la aportación de capital sumada al ejercicio del derecho de voto planificado e intencional en juntas de accionistas para impulsar cambios de sostenibilidad en las empresas en las que invierten; de forma habitual en España, en torno a planes de transición climática, balance en la igualdad de género, cuestiones de derechos humanos a lo largo de la cadena de valor, y frecuentemente ligado a la remuneración de directivos (Spainsif, 2023).
En sus enfoques previos a la inversión, las inversiones generadoras de impacto se enfocan en la asignación de capital como un mecanismo de impacto del inversor para influir positivamente en los impactos de las empresas en las que se invierte (Kölbel et al., 2020; Heeb y Kölbel, 2020; Alaoui & Azdimousa, 2024). Esto incluye tanto aumentar los impactos positivos como disminuir los negativos de las entidades y/o proyectos receptores de los activos.
Una noción de interés en la generación del impacto es que, entre sus filtros negativos, se excluyen actividades económicas no transformables: aquellas actividades económicas o sectores que, debido a su naturaleza fundamentalmente insostenible, no pueden ser modificadas significativamente para cumplir con los objetivos de sostenibilidad establecidos (Plataforma de Finanzas Sostenibles, 2022).
La medición del desempeño de las inversiones generadoras de impacto captura los impactos ecológicos y sociales esperados y generados en dos niveles, impacto de la empresa e impacto del inversor. Las inversiones generadoras de impacto se diferencian de las inversiones alineadas con el impacto en que buscan cambiar activamente los impactos de las empresas a través de las actividades del inversor. Para proporcionar evidencia de su influencia, necesitan medir su impacto como inversor, tanto para la asignación de capital como para las estrategias de compromiso, y el éxito de estas estrategias debe ser monitoreado regularmente (Schlütter, at al., 2023).
Para las inversiones generadoras de impacto, los informes de reporte deben incluir información sobre el impacto positivo generado tanto por las empresas como por el propio inversor, incluyendo el proceso de monitoreo. La medición del impacto debe ser reportada a través de más de un KPI que mida el impacto de la empresa y del inversor. Las inversiones generadoras de impacto también necesitan proporcionar una verificación externa de sus datos de impacto y su enfoque de inversión (Eurosif, 2024).
A medida que las prácticas y estrategias de generación y alineación de impacto continúan evolucionando y ganando tracción, es probable que veamos una mayor integración de estas prácticas en los mercados de capitales, estableciendo un nuevo estándar para lo que significa ser un inversor responsable en el siglo XXI.
4. Incorporación del Impacto a los Marcos Regulatorios de Finanzas Sostenibles
La integración de los principios de sostenibilidad e impacto en la regulación financiera ha sido una tendencia creciente en los últimos años, con la Unión Europea (UE) liderando el camino en la creación de marcos regulatorios robustos (Schütze & Stede, 2024). Estos marcos buscan garantizar que las inversiones contribuyan positivamente a objetivos sociales y ambientales, a la vez que preserva la integridad de la información de sostenibilidad, protegiendo al inversor de afirmaciones confusas o falsas sobre los atributos de los productos financieros sostenibles (European Commission, 2018).
A continuación, exploraremos cómo la inversión de impacto se incorpora de forma directa o colateral en varios aspectos de la regulación y guías de supervisión financiera, incluyendo la Taxonomía de la UE, el SFDR, la SDR, la normativa de terminología relacionada con la sostenibilidad y la CSRD.
La Taxonomía de la UE es el marco para clasificar actividades económicas en función de su contribución ambiental. Esta normativa tiene un impacto significativo en la medida en que proporciona un sistema estandarizado para identificar y evaluar contribuciones sustanciales de las inversiones a los objetivos ambientales de la UE. La eficacia o relevancia de dichas contribuciones se evalúa con arreglo a unos criterios técnicos de selección, basados en ciencia, y atendiendo a umbrales cuantitativos y cualitativos por actividad económica. A dicha eficacia, se suman filtros de mínimas salvaguardas sociales y de no generar un daño significativo al resto de objetivos ambientales (European Commission, 2018).
Esto proporciona una base clara para una de las dimensiones de la inversión ambiental: la dimensión de la contribución positiva. Al identificar actividades que tienen un impacto positivo medible y probado en el medio ambiente y cuya información se divulga de manera obligatoria por aquellas empresas sujetas a las obligaciones de los marcos de reporte de sostenibilidad europeos, genera una disponibilidad de información susceptible de ser utilizada por los inversores de impacto para evaluar las contribuciones de sus inversiones y comparar unas y otras asignaciones de activos.
Si bien la Taxonomía Ambiental de la UE es agnóstica en el uso de la palabra “impacto”, en ambos borradores disponibles sobre la propuesta del grupo técnico de expertos de la Comisión Europea para una Taxonomía Social se incluyen referencias a tipos de actividades que maximizan impactos sociales positivos, minimizan impactos sociales negativos y facilitan cualquier de las dos anteriores (Platform on Sustainable finance of the European Commission, 2022).
No obstante, ambos borradores se encuentran en el presente a la espera de la decisión de la siguiente administración de la Comisión Europea sobre la viabilidad de desarrollo de este tipo de herramienta regulatoria. Una potencial Taxonomía Social europea plantea retos específicos sobre relativismos culturales, de definición de daños sociales significativos en sectores como la defensa o el alcohol, o de establecimiento de límites de lo que se considera aceptable y de calidad en el ámbito social, entre otros.
El Reglamento sobre la Divulgación de Finanzas Sostenibles (Sustainable Finance Disclosure Regulation o SFDR) establece requisitos de divulgación a nivel de entidad y a nivel de fondo para que las instituciones financieras informen sobre cómo sus inversiones integran los criterios de sostenibilidad, tanto en clave de riesgos como de oportunidades.
El Reglamento de Divulgación de Información sobre Finanzas Sostenibles (SFDR, por sus siglas en inglés) es una regulación de la Unión Europea diseñada para mejorar la transparencia en el mercado financiero en relación con la sostenibilidad. El SFDR establece requisitos de divulgación para los participantes en los mercados financieros y los asesores financieros, con el objetivo de garantizar que los inversores tengan acceso a información clara, comparable y coherente sobre la sostenibilidad de los productos financieros (Birindelli, et al., 2023).
SFDR clasifica los productos financieros en tres categorías principales según su nivel de sostenibilidad: Artículo 6 (productos que no promueven características sostenibles y no tienen un objetivo de inversión sostenible explícito pero pueden integrar principales incidencias adversas de sostenibilidad), Artículo 8 (productos que promueven características ambientales o sociales) y Artículo 9 (productos que tienen un objetivo de inversión sostenible explícito, es decir, buscan directamente generar una contribución positiva en factores ambientales y/o sociales).
Los requisitos de divulgación a nivel de producto incluyen detalles sobre cómo cada producto financiero específico considera los riesgos de sostenibilidad, y en el caso de productos bajo los artículos 8 y 9, cómo cumplen con sus objetivos de sostenibilidad. Las entidades igualmente deben informar o explicar por qué deciden no informar sobre los principales impactos adversos de sus decisiones de inversión en factores de sostenibilidad, conocidos como PAI (Principal Adverse Impacts). Esto incluye indicadores como la huella de carbono de las inversiones, la biodiversidad, las condiciones laborales, y otros factores que pueden afectar negativamente el medio ambiente o la sociedad.
Los fondos clasificados bajo el artículo 9 del Reglamento SFDR deben cumplir con una serie de objetivos y divulgaciones que los acercan a características de la inversión de impacto. Dichos requisitos comprenden incluir una descripción de su contribución ambiental y social positiva, a través de la delimitación de uno o varios objetivos de sostenibilidad, y medir dicha contribución, a través de las plantillas obligatorias de reporte. Las plantillas de divulgación para el artículo 9 incluyen, entre otras métricas, la alineación taxonomía del fondo y el porcentaje de inversión que contribuye a los objetivos de sostenibilidad en la asignación de activos del fondo.
Si bien no se puede afirmar que los fondos clasificados como artículo 9 apliquen estrategias de alineación o generación de impacto de forma general, las divulgaciones a nivel de contribuciones o de inclusión de las alineaciones taxonómicas en cualquier categoría de fondo, están alienadas con dimensiones de la inversión de impacto como la contribución, la medición y, en el caso del artículo 9, la atribución del impacto al inversor frente al impacto de la empresa. Dimensiones como la adicionalidad quedan sujetas a la práctica concreta de cada gestor, dependiendo del tipo de mercado o clase de activo en el que opere (Scheitza & Busch, 2024).
La existencia de los PAIs y de las plantillas de divulgación para los fondos clasificados como artículo 8 y 9, así como la obligación de que las instituciones financieras proporcionen información sobre la sostenibilidad en la documentación precontractual y en informes periódicos, facilitan la medición y reporte inherente a las inversiones de impacto.
Las inversiones de impacto deben proporcionar información detallada sobre cómo generan impactos positivos y cumplen con los objetivos de sostenibilidad. El SFDR promueve la transparencia y la comparabilidad, lo que facilita a los inversores la identificación de productos que no solo buscan rendimientos financieros, sino que también generan un impacto positivo en línea con los objetivos de sostenibilidad.
Reino Unido, por su lado, ha seguido la estela de la Comisión Europea desarrollando un reglamento de divulgación en línea con SFDR: el Reglamento de Información sobre Sostenibilidad en el Sector de Servicios Financieros (Sustainability Disclosure Requirements – SDR), también centrado en la transparencia de las inversiones en relación con la sostenibilidad, si bien presenta categorías con un mayor protagonismo del impacto que el marco de la UE.
Bajo el marco del SDR, los productos financieros serán etiquetados según su intencionalidad y el nivel de inversiones sostenibles que realicen. La intencionalidad es una de las dimensiones clave de la inversión de impacto, con falta de presencia en el marco regulatorio europeo de finanzas sostenibles. Las tres etiquetas del SDR no presentan una jerarquía entre sí y están diseñadas para reflejar las diferentes preferencias de los consumidores: Sustainable Focus (activos que tienen un enfoque principalmente en la sostenibilidad ambiental o social), Sustainable Improvers (activos que aún no son sostenibles, pero que buscan un impacto ambiental o social positivo en el futuro, enfocándose en la mejora medible del desempeño ASG) y Sustainable Impact (activos que invierten en retos de la economía real y logran contribuciones medibles a resultados sostenibles, tanto ambientales como sociales) (Prisco, 2024).
Para las inversiones etiquetadas como Sustainable Impact, SDR requiere una divulgación sobre cómo las inversiones cumplen con los criterios de sostenibilidad y qué impactos positivos están generando. Las entidades financieras deben proporcionar información accesible y comprensible que permita a los inversores evaluar el impacto real de sus inversiones. Esta categoría, es la expresión regulatoria más alineada con las definiciones teóricas recientes de la inversión de impacto como estrategia de inversión sostenible (Sahoo & Sahoo, 2024).
De vuelta al marco regulatorio europeo, una de las piezas clave para el desarrollo de la oferta de la inversión de impacto es la puesta en marcha de la Directiva sobre la Divulgación de Información Corporativa de Sostenibilidad o CSRD. La CSRD amplía los requisitos de divulgación de sostenibilidad para las empresas, exigiendo que informen sobre cómo sus operaciones y estrategias afectan a los factores ambientales, sociales y de gobernanza, y cómo manejan los riesgos y oportunidades asociados con estos factores (EFRAG, 2022).
La CSRD plantea un criterio de reporte de especial relevancia para la inversión de impacto: la doble materialidad. Dicho criterio establece que las empresas han de divulgar los impactos hacia fuera y hacia dentro de las operaciones, tanto la materialidad financiera (los impactos de las dimensiones de sostenibilidad en los resultados financieros de las empresas) como la
materialidad de impacto (los impactos de la empresa en las dimensiones de sostenibilidad) (EFRAG, 2023).
La disponibilidad de información corporativa bajo el criterio de doble materialidad supone que exista un volumen de información relevante para reportar y monitorizar las contribuciones de las inversiones en aquellos indicadores orientados al impacto de la empresa en las cuestiones ASG. Igualmente, la disponibilidad de métricas prospectivas o forward looking metrics en las obligaciones de CSRD permite disponer de información sobre la estrategia a largo plazo de la empresa. Esto facilita a los inversores de impacto evaluar cómo las empresas en las que invierten están contribuyendo y van a contribuir a los objetivos de sostenibilidad y qué impacto real están generando, y por tanto, favorece el desarrollo de fondos de impacto respecto de las empresas sujetas al marco de divulgación.
Por su lado, en el espectro de la supervisión de los mercados de capitales, la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA) ha emitido directrices sobre la terminología utilizada en los nombres de los fondos de inversión para garantizar que los términos relacionados con la sostenibilidad sean claros y precisos. Estas guías buscan evitar el «greenwashing» o el uso indebido de términos sostenibles para atraer a inversores sin un compromiso fundamentado con la sostenibilidad.
Los fondos con términos relacionados con el “impacto” o la «transición» deben garantizar respectivamente que las inversiones se realizan con la intención de generar un impacto social o medioambiental positivo y medible junto con un rendimiento financiero, o que se encuentran en un camino claro y medible hacia la transición social o medioambiental (ESMA, 2022).
5. Las preferencias del consumidor ante MiFID Verde
La Directiva sobre Mercados de Instrumentos Financieros (MiFID II) es un componente crucial de la regulación financiera en la UE, y su enfoque de protección del inversor final ha evolucionado hasta incluir en el test de idoneidad una pregunta sobre preferencias de sostenibilidad que recoge las respuestas del cliente en clave a la taxonomía verde de la UE, a los artículos 8 y 9 del Reglamento SFDR y a la integración de las Principales Incidencias Adversas o PIAS (Colaert, 2024).
La exigencia de que los asesores financieros y gestores de inversiones consideren las preferencias de los clientes en materia de sostenibilidad al recomendar productos financieros, incluye la necesidad de evaluar cómo los productos de inversión cumplen con los criterios de impacto positivo en relación con las expectativas del cliente cuando exprese sus preferencias haciendo uso de esos términos. Esto tiene un elevado potencial a medio-largo plazo de aumentar la demanda de productos que no solo buscan retornos financieros, sino que también generan impactos sociales y ambientales positivos.
En los primeros meses de aplicación de la pregunta de preferencias de sostenibilidad, se han comenzado a ejecutar distintos ejercicios de Mystery Shopping. En el caso del mercado español, destaca la investigación de 2 Degree Investing Initiative en seis países de la Unión Europea en 2022 titulada “Please Don’t Let Them Be Misunderstood!”. Entre los principales resultados, destacan, desde el punto de vista de la demanda, la existencia de una notable brecha entre actitud y comportamiento, ya que las actitudes positivas de los inversores minoristas hacia las finanzas sostenibles no se traducen plenamente en la adquisición real de productos financieros sostenibles. Además, las creencias y preferencias de las personas con respecto a los productos financieros sostenibles son muy heterogéneas.
Por el lado de la oferta, destaca un abanico de productos centrados en una cantidad pequeña de estrategias sostenibles que no refleja la heterogeneidad de las preferencias de los clientes y no responde a las necesidades de los clientes motivados por el impacto.
Desde el punto de vista de la distribución, destaca un bajo nivel de cumplimiento de los cambios normativos que exigen una evaluación obligatoria de las preferencias de sostenibilidad de los clientes durante la evaluación de idoneidad. Esto plantea dudas sobre si está aplicándose eficazmente la estructura de incentivos prevista para que la oferta de productos financieros cambie e incluya más productos financieros sostenibles.
En cuanto a diferencias regionales, el mercado español de financiación sostenible se distingue de la media europea (6 países), por el lado de la demanda, en que los encuestados en España muestran un «apetito por el impacto» más pronunciado, con 2/3 de los encuestados pertenecientes a perfiles de sostenibilidad que se preocupan por el impacto.

Figura 2. Distribución de los perfiles de sostenibilidad. 2DII
Sobre el total de respuestas, la mayoría de los encuestados presenta un perfil mixto, que combina varias motivaciones. En término medio, el 50% de los encuestados europeos están dispuestos a tener impacto con sus ahorros. En todos los países, el perfil de «impacto puro» es el menos frecuente, mientras que el más frecuente es el de alineado con “valores”, con “impacto” y con “rentabilidad”.
La mayoría de los encuestados tienden a favorecer la rentabilidad en caso de que sea necesario hacer concesiones entre sus motivaciones personales de sostenibilidad. No obstante, en España, la proporción de encuestados que daría prioridad al impacto es ligeramente superior a la media europea.

Figura 3. Priorización de las acciones de sostenibilidad. 2DII
En definitiva, para todos los países, la proporción de encuestados que tiene interés en cambiar de un producto financiero convencional a la alternativa sostenible propuesta es superior al 50%, de modo que existe una gran oportunidad de diseño de productos que conecten con las preferencias de sostenibilidad y en el caso español, de forma especial, las de impacto del cliente final.
Las categorías de sistematización de las preferencias de sostenibilidad de MiFID verde, que favorecen de forma especial plantear las contribuciones de la inversión de impacto verde vía taxonomía ambiental, y que facilitan la medición y el reporte vía divulgación bajo la CSRD y la SFDR, son un punto de partida significativo para paulatinamente introducir la narrativa de inversiones en el espacio del impacto con el inversor final.
Por último, habida cuenta de la mayor presencia de productos de generación de impacto en mercados privados como los fondos de private equity o venture capital, cabe plantearse si el inversor particular tiene un acceso real a los productos de inversión de impacto más allá de fondos en mercados cotizados. Recientes cambios que reducen el monto del ticket o volumen mínimo de las inversiones para invertir en este tipo de fondos1 (Alter Legal, 2023) pueden suponer un cambio relevante, si bien queda en el tintero conocer si los procesos de debida diligencia que se llevan a cabo con los propietarios de activos en mercados privados tienen sentido desde el punto de vista de costes para las gestoras de activos en el caso de tickets de tamaño muy reducido, pertenezcan o no los fondos en cuestión al espectro de la inversión de impacto.
6. Oportunidades de inversión alineada con el impacto y generadora de impacto para el inversor particular
El inversor minorista puede acceder a productos de impacto directo o indirecto en objetivos ambientales y/o sociales a través de plataformas de inversión colectiva, fondos de inversión cotizados o inversiones en emisión de renta fija sostenible como bonos verdes, bonos sociales y bonos ligados a sostenibilidad. Para invertir en oportunidades de inversión en productos de impacto, es viable seguir cualquiera de las siguientes estrategias, entre otras:
En la conversación con el asesor financiero, tanto en banca tradicional como en banca ética, al responder a las preguntas del test de idoneidad, cuando se le pregunte sobre sus preferencias de sostenibilidad, ha de responder afirmativamente y manifestar interés por fondos clasificados como artículo 9 bajo el reglamento SFDR y alineaciones taxonómicas de la oferta de fondos de inversión colectiva en los que invertir, y fondos en que exista un compromiso cuantificado de mejoras (aumento en indicadores en positivo, como la igualdad de género, o descenso en indicadores en negativo, como las emisiones de gases de efecto invernadero) en las PIAS declaradas. Si bien esto no garantiza una oferta completa de productos generadores de impacto, sí constituye una buena forma de alinear sus inversiones con impactos ambientales y sociales de las empresas en las que esté invertido, y en casos excepcionales, de generar esos impactos a través de la inversión en productos más específicos.
En la inversión en plataformas alternativas no bancarias en mercados privados, como plataformas de crowdfunding de inversión directa con criterios ambientales y sociales y disponibles al público general. Este tipo de plataformas, si bien son menos habituales en la actividad inversora del cliente particular, otorgan la oportunidad de contribuir a una inversión directa, donde se puede diferenciar más claramente el impacto del inversor del impacto de la empresa; si bien es recomendable prestar especial atención a los horizontes temporales de dichas inversiones respecto de su liquidez, y al riesgo.
En la inversión en fondos indexados con criterios de impacto, prestando entonces especial atención a la transparencia en los criterios que dichos índices utilicen para seleccionar empresas y alinearse con sus impactos. Un buen ejemplo pueden ser los fondos indexados a los índices construidos bajo el estándar de índice de referencia climático europeo del Acuerdo de París (EU PAB Benchmark).
Progresivamente, solicitando información adicional y opciones ambiciosas de sostenibilidad a las entidades gestoras de los fondos de pensiones en la inversión de los fondos, tanto en fondos individuales como de empleo.
De forma alternativa y más cercana a la filantropía, en caso de que el inversor minorista busque maximizar los impactos ambientales y/o sociales positivos en lugar del rendimiento financiero, puede canalizar parte de sus ahorros a aquellas entidades del tercer sector cuya principal actividad sea invertir los ingresos vía donantes y actividad en conseguir su misión o alinearse con su propósito, bien estén desarrollando fondos de inversión propios, con gestoras de activos propias o terceras, para complementar las acciones que les acercan a cumplir sus objetivos de manera efectiva.
7. Conclusiones
El creciente interés en la inversión de impacto refleja un cambio fundamental en cómo los actores financieros entienden su papel en la economía global. Los inversores están cada vez más cercanos a la idea de que sus decisiones y acciones pueden tener un impacto más allá del ámbito financiero. En lugar de limitarse a maximizar rendimientos financieros, se reconoce crecientemente la capacidad de los inversores para influir en el desarrollo sostenible, actuando como agentes de cambio positivo en la sociedad y el medio ambiente. Esta evolución no es solo una respuesta a las demandas de los consumidores y la sociedad civil, sino que también está impulsada por la comprensión de que la sostenibilidad y la rentabilidad no son mutuamente excluyentes, sino complementarias y necesarias para la estabilidad financiera en el largo plazo.
La inversión de impacto ha emergido como una estrategia avanzada dentro del marco de la inversión sostenible, diferenciándose por su enfoque explícito en la generación de contribuciones medibles más allá de los resultados estrictamente financieros. Esta estrategia se compromete activamente a medir y reportar los resultados sociales y ambientales de las inversiones, de forma que responde a la creciente necesidad de transparencia y rendición de cuentas en los mercados financieros, donde los inversores demandan evidencias de que sus capitales están contribuyendo a un cambio real en positivo.
El recorrido desde las estrategias de inversión sostenible centradas en la gestión de riesgos hasta estrategias más sofisticadas como el engagement o la inversión de impacto ha sido impulsado por diversos factores, incluyendo el desarrollo de marcos regulatorios que promueven la transparencia y la comparabilidad en las inversiones sostenibles, y cuyo objetivo es canalizar capitales hacia objetivos de sostenibilidad en clave de contribuciones positivas a los mismos. En Europa, regulaciones como el Reglamento SFDR y la Directiva CSRD han jugado un papel crucial en la estandarización de la información sobre sostenibilidad, facilitando a los inversores la toma de decisiones informadas e influyendo en la percepción del rol del inversor sostenible como un agente de cambio en positivo, más allá de la gestión de riesgos extra financieros.
La inversión de impacto, por su lado, está presente en diferentes clases de activos y mercados de forma desigual. Una presencia más heterogénea podría mejorar su accesibilidad y democratización entre una amplia gama de inversores, desde grandes instituciones financieras hasta inversores minoristas. La expansión y sofisticación de la inversión de impacto también presenta desafíos en cuanto a la dificultad de estar presente atendiendo a todas sus dimensiones (la intención, la adicionalidad o la atribución) en distintos mercados lo cual, en ocasiones, dificulta el acceso del inversor particular por un mayor protagonismo en los mercados privados. En paralelo, su presencia en mercados tanto desarrollados como emergentes subraya su flexibilidad y relevancia en contextos diversos, abordando desafíos específicos en cada entorno. A medida que la inversión de impacto continúa evolucionando, es probable que veamos una mayor integración de estas prácticas en los mercados de capitales.
En los últimos años, la integración de los principios de sostenibilidad e impacto en los marcos regulatorios ha experimentado un avance significativo, especialmente en la Unión Europea (UE). Esta tendencia regulatoria ha sido diseñada para estructurar, medir y supervisar las inversiones de manera que se promueva un impacto positivo tangible y, en muchas ocasiones, verificable.
Uno de los pilares fundamentales en este proceso es la Taxonomía de la UE, que proporciona una base clara y estandarizada para evaluar las inversiones en términos de su impacto ambiental. La incorporación de criterios técnicos basados en la ciencia y la obligatoriedad de divulgación de información por parte de las empresas sujetas a estos marcos son avances clave que facilitan la evaluación y comparación de las inversiones desde una perspectiva de impacto. Aunque la taxonomía actualmente se enfoca en la dimensión ambiental, la propuesta de una Taxonomía Social podría ampliar esta evaluación, aunque enfrenta retos complejos, como el relativismo cultural, la viabilidad política y la definición del daño social.
El Reglamento sobre la Divulgación de Finanzas Sostenibles (SFDR) también juega su papel en este ecosistema. Al exigir a las instituciones financieras que divulguen cómo sus inversiones integran criterios de sostenibilidad, tanto en términos de riesgos como de oportunidades, SFDR aumenta la transparencia y permite a los inversores evaluar mejor cómo los productos financieros pueden generar un impacto positivo. Las categorías establecidas bajo el SFDR, para aquellos fondos que persiguen un objetivo de sostenibilidad (Artículo 9), ofrecen un marco detallado que se alinea en cierta medida con las prácticas de la inversión de impacto, aunque todavía existen áreas, como la adicionalidad, que dependen de la práctica específica de cada gestor.
En paralelo, el Reino Unido ha desarrollado su propio marco regulatorio con el Sustainability Disclosure Requirements (SDR), que sigue la estela del SFDR con un mayor énfasis en el impacto. Las tres etiquetas que plantea SDR —Sustainable Focus, Sustainable Improvers, y Sustainable Impact— reflejan diferentes grados de intencionalidad y compromiso con la sostenibilidad. En particular, la categoría Sustainable Impact está diseñada para captar inversiones que abordan desafíos de la economía real y logran contribuciones medibles a resultados sostenibles, una aproximación que se alinea estrechamente con la definición de inversión de impacto.
La Directiva sobre la Divulgación de Información Corporativa de Sostenibilidad (CSRD) en la UE representa otro avance significativo a través de los requisitos de divulgación de sostenibilidad para las empresas. La CSRD introduce el concepto de doble materialidad, lo que obliga a las empresas a reportar no solo cómo los factores ASG afectan sus resultados financieros, sino también cómo sus operaciones impactan en estos factores. Esta doble materialidad es particularmente relevante para la inversión de impacto, ya que proporciona información detallada y prospectiva que los inversores pueden utilizar para evaluar la contribución de las empresas a los objetivos de sostenibilidad y el impacto real que están generando.
Además, la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA) ha emitido directrices sobre la terminología utilizada en los nombres de los fondos de inversión, con el objetivo de evitar el «greenwashing». Estas guías son esenciales para garantizar que los términos relacionados con sostenibilidad, como «impacto» o «transición», se utilicen de manera precisa y que los fondos que los emplean estén verdaderamente comprometidos con generar un impacto social o medioambiental positivo.
Finalmente, la evolución de la Directiva sobre Mercados de Instrumentos Financieros (MiFID II) para incluir la sostenibilidad en el test de idoneidad de los clientes representa un cambio clave en la oferta y demanda de productos financieros sostenibles. La incorporación de preguntas sobre preferencias de sostenibilidad en la evaluación de idoneidad muestra un apetito creciente por productos que generan impacto, si bien éste no se ha traducido plenamente en la adquisición de productos financieros sostenibles, lo que sugiere una oportunidad no aprovechada en el diseño de productos que conecten mejor con las preferencias de sostenibilidad, especialmente en mercados como el español, donde la demanda por impacto es particularmente fuerte.
En conclusión, los marcos regulatorios que integran principios de sostenibilidad e impacto están en una fase de desarrollo avanzada, especialmente en la UE y el Reino Unido. Estos marcos no solo buscan aumentar la transparencia y la comparabilidad en el mercado financiero, sino que también crean un entorno que promueve la inversión en actividades que generan un impacto positivo medible. Sin embargo, persisten desafíos como la heterogeneidad en las preferencias de los inversores, la necesidad de desarrollar productos financieros que respondan a estas preferencias y el acceso limitado a productos de impacto en mercados privados para inversores particulares. El éxito futuro de estos marcos dependerá de su capacidad para abordar estos desafíos y de la evolución continua de las prácticas de inversión sostenible e impacto.
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Sobre el autor
Andrea González G. Vega es Economista especializada en sostenibilidad corporativa. En el presente ocupa el puesto de directora y secretaria general de Spainsif, el Foro Español de Inversión y Finanzas Sostenibles.